La armadura invisible del cuerpo

Esta es una propuesta para compartir y explicar a los niños sobre las defensas del cuerpo y cómo cuidarlas. 

Ante el aumento de las enfermedades respiratorias, explicarles a los niños sobre cómo funciona su cuerpo para defenderse de los patógenos -y cómo fortalecer esas defensas- puede ser un buen plan para hoy.

Invitémoslos a imaginar al cuerpo como un reino protegido por un ejército sofisticado y siempre alerta llamado sistema inmunológico. Este sistema es una red de células, tejidos y órganos que trabajan en equipo para identificar y destruir invasores que pueden causar daño, como algunos virus, bacterias, hongos o parásitos.

Este reino también tiene guardias defensores en las fronteras, como los vellos de la nariz, que filtran el aire y atrapan partículas grandes. Algunas más pequeñas logran pasar, pero son capturadas por una capa protectora de mucosidad. Adivina qué ocurre con un estornudo o una tos: esos intrusos salen volando fuera del cuerpo. Por eso es importante cubrirse la boca y la nariz para evitar que viajen a otros reinos cercanos.

Si algún patógeno logra burlar estas primeras defensas, el sistema inmunológico pone en acción a sus tropas de élite: los glóbulos blancos. Son muchos, así que cada uno tiene una misión. Algunos persiguen y devoran a los invasores como en el juego de “Pac-Man”. Los linfocitos B fabrican anticuerpos, unas proteínas que marcan o neutralizan a los intrusos. Los linfocitos T, en cambio, son como francotiradores que buscan y destruyen células infectadas.  

Lo maravilloso del cuerpo es que puede recordar cada batalla. Los linfocitos crean una especie de manual de instrucciones con la mejor estrategia para vencer cada batalla. Así, si el mismo patógeno intenta atacar de nuevo, el cuerpo responde mucho más rápido y con más fuerza.

¿Pero cómo es que se propagan estos invasores invisibles?

Al toser o estornudar, se lanzan diminutas gotitas llenas de virus o bacterias al aire. Estas pueden quedarse durante horas sobre juguetes, mesas, pupitres, teclados, celulares. Esto explica por qué las enfermedades respiratorias se propagan tan fácilmente. 

La buena noticia es que existen hábitos que ayudan a fortalecer el sistema inmunológico. Es como reforzar la armadura invisible del cuerpo.

Las abuelas tenían razón, y la ciencia lo confirma. Dormir bien recarga a las tropas: un buen descanso (7 a 9 horas) permite que el cuerpo produzca sustancias que ayudan a combatir infecciones.

Comer bien es dar un buen combustible: frutas, verduras, proteínas y cereales recargan al cuerpo de vitaminas, minerales y antioxidantes que tus defensas necesitan. ¡La sopita de la abuela es un excelente ejemplo!

Moverse para mantener al ejército activo: el ejercicio regular y moderado ayuda a que los glóbulos blancos circulen por todo el cuerpo, listos para defenderlo. Saltar, correr, bailar o jugar al aire libre son grandes aliados. 

Una buena hidratación y renovar el aire: el agua es la mejor bebida, es importante para mantener las mucosas fuertes. Y otro consejo importante que escuchamos de las abuelas es abrir las ventanas y puertas, aunque sea un rato, para ventilar los espacios y dispersar a los intrusos.

Las vacunas: el entrenamiento más eficaz, ya que permiten que el cuerpo reconozca a los enemigos antes de que lleguen. Es como darle al ejército una foto de los atacantes y un manual, sin necesidad de pasar por la enfermedad.  

Ahora que conoces que tu cuerpo tiene un ejército valiente, una memoria increíble y muchas maneras de fortalecerlo, puedes ayudarlo reforzando tu sistema inmunitario.